Hace unos meses la vida me puso en el camino a un par de personas valientes, decidimos contar una historia de la vida real, por que? NO para generar controversia, la idea fue y sigue siendo esta: hay muchas personas que sienten y viven procesos similares, a lo mejor contando la historia de Pablo escrita por Valeria y fotografiada por Pablo podamos ayudar a que estas personas se sientan aliviadas al saber que no son los únicos que viven este proceso. Si esta historia te afecta en algún nivel, piensa que un ser querido tuyo puede pasar por un proceso como este. La diversidad es el descubrimiento de nuevos mundos sin fronteras. by: -Valeria -Pablo -Pablo Nacer en esta época significa para una persona trans suerte, afirma Pablo de 18 años quien hace un año y medio se practicó una cirugía estética para reducir su busto hasta lograr el pecho plano que deseó desde que empezó a desarrollarse como Isabel. “La cirugía no fue mastectomía, solo fue una enorme reducción de pecho, hoy busco la oportunidad de hacerme la mastectomía completa sin dejar las glándulas que en varias ocasiones me incomodan todavía. Con el ejercicio, se me han formado pectorales.” Dejó los vendajes y tops que utilizaba para aplastar los prominentes senos que siempre le estorbaron. “Tenía un buuuuen, un buuuen de boooooobs”, recalca moviendo la cabeza de un lado a otro al recordar el cuerpo de mujer con el que nació y nunca sintió suyo. La ligera capa de vello oscuro que cubre su delgado antebrazo – producto de las primeras cuatro inyecciones de testosterona- contrasta con su blanca piel. Nació el 30 de junio y como sello característico del signo zodiacal cáncer que lo rige, para él no hay puntos medios. Por ello, aunque se asume como una persona mucho más feliz que hace un año su proceso de transformación estará concluido hasta tener pene y una apariencia corporal masculina. Un camino arduo, cargado de discriminación materializada en cada mirada, susurro y rumor en torno a su gusto por las mujeres y su vestimenta de hombre, inició en el Colegio Francés del Pedregal. Ahí cursó de primero hasta sexto de primaria, “No podían ser más de mente tan cerrada, con eso tuve que lidiar unos dos o tres año. No todo en el francés fue malo, hice unas de las mejores amistades ahí es una escuela con muchos valores y donde, a pesar de todo, me quisieron muchísimo e intentaron ayudarme de la mejor manera, siempre le tendré un cariño enorme y jamás olvidare a mis amigas de ahí quienes de alguna manera encontraron el camino para aceptarme y apoyarme aunque tristemente desde que salí de la escuela se ha complicado verlas seguido”, cuenta Pablo, quien posteriormente estudió el primer año de secundaria en Shaftsbury, un pequeño pueblo de la ciudad de Dorset en Inglaterra. Con la libertad que tenía en tierra extranjera, comenzó a comprar ropa de hombre pero confiesa: “Nunca me atreví a ponérmela y salir con ella”. Cuando volvió a México, en julio de 2009, los rumores se habían esparcido. Su madre le recomendó no regresar más a la afamada escuela del Pedregal e iniciar una nueva experiencia. Por primera vez en su vida entró a una escuela mixta. Apantallado por la computadora portátil Mac que le daban a cada alumno- que al final resultó ser lo de menos- dio el sí a la nueva escuela en la que conoció a la niña de la que se enamoró perdidamente. “Estaba deprimido porque la niñas no me pelaban y me sentía obeso. Todos me decían que me buscara una lesbiana pero yo no me sentía niña, quería una niña heterosexual, quería que me vieran como hombre, que les agradara como cualquier otro”, expresa con desesperación al tiempo que aprieta los dientes tensando su mandíbula. “Lo que me pasaba era algo más sexual que psicológico”, distingue ahora con claridad mientras juega con el rosario de hilo café que cuelga de su pecho hacia el cuello en “V” de su playera polo color azul claro. Para el psicoanalista argentino, Pablo Abadi, desde el punto de vista psicológico no existe tal cosa como una mujer atrapada en un cuerpo de hombre, salvo que, la persona haya sido criada y necesitada o desviada hacia el otro sexo. La psicóloga española especialista en transexualidad, Silvia Morell Capel describe a las personas con “identidades peculiares” como personas únicas que quizá en alguna otra cultura hubieran sido consideradas deidades pero en la nuestra se consideran “diferentes” o trastornadas. En los últimos años se retomó la idea de que mucho antes de que existieran categorías médicas para explicar la cuestión trans existían en otras culturas identidades muy parecidas a los transexuales donde esta identidad no era ni es considerada un problema sino al contrario, se le atribuían características positivas. Entre ellas se encuentran las hijras de la India, las muxes zapotecas, los two-spirits nativos americanos, las kathoeys tailandesas, las fa'afafines de Polinesia o los takatapuis maoríes, entre otras. El cuerpo convertido en una cárcel sin barrotes pero sin escape es la clave para entender la transexualidad. El proceso que lleva a una persona hacer un esfuerzo constante, continuo y cotidiano por alcanzar su identidad, acaso sin saber por qué siente lo que siente, qué le pasa, cuestionándose, incluso, si está enferma o si está por enloquecer.[1] Pablo caminaba por los pasillos de la Universidad Anáhuac con un plan en mente, con tanta frustración en mente no entendía las consecuencias ni el mal que estaba causando. Era el penúltimo torneo deportivo anual al que asistía organizado por los legionarios de Cristo en el recinto universitario ubicado en el Distrito Federal. Las miradas estaban sobre él, alimentadas por el chisme álgido entre los adolescentes invitados al evento que conjunta a alumnos de diferentes escuelas principalmente de la capital mexicana. Un cerco de agentes de seguridad lo rodeó. “No sabía ni lo que hacía”, reconoce, ”Hice lo que hice para que me pelara, causar una llamada de atención, quería que me entendiera. Pero logre exactamente lo contrario.” El castigo fue doble, sus padres le prohibieron usar Facebook y la directora de la escuela lo suspendió durante un mes. “Me expresaba con actos no con palabras”, justifica Pablo. Regresó a la escuela tras la suspensión con un cuchillo escondido entre su ropa, que revelaba una lección no aprendida. “Esta vez me quería matar , no soportaba mas la frustración y la desesperación” -Un transgénero es violento porque no es entendido- María Almela Psicóloga sexóloga La desadaptación -propia del aislamiento e inconformidad con el mundo que por no encontrar su lugar- se materializa en depresión y tristeza, hasta llegar niveles violentos. “Te odias por no pertenecer. Los demás te rechazan porque eres raro o rara”, explica María Almela, sexóloga quien apoyó el proceso psicológico de transformación de Pablo. Orgullosa, lo califica como ‘Su Caso de Éxito’. “El papá de la niña fue a la escuela a pedir que me corrieran. Me terminé saliendo porque de todas formas me iban a correr de la escuela”.- En cuarto de prepa compartieron el mismo salón, ella le pedía dinero para comprar en la tienda de la escuela. “Yo fui su banco. Me pedía 5 pesos y le daba 20 pesos, con tal de que me hablara le daba todo mi dinero”. El proceso de transformación de Isabel a Pablo fue paulatino pero con etapas definidas: primero el repentino corte de pelo con tijeras de papel. Un día en la escuela le pidió a sus compañeros que tusaran su larga cabellera al ras, llegó a su casa con mechones disparejos lo que impresionó a sus padres. “Me sentía más agusto con mi género”-corrige- “con el género que me pertenecía”. El segundo paso que lo acercó a la comodidad fue su vestimenta. Por una prenda masculina vieja que usaba a escondidas llegó a pagar a sus compañeros del Colegio hasta mil 500 pesos. Primero se compró playeras, luego vinieron los jeans de hombre (que parecen más de niño que de caballero por su complexión delgada). Se refiere a él con pronombres y sustantivos masculinos de manera natural pues asegura que en su mente siempre se asumió como hombre, así que el cambio en el lenguaje referencial fue innato, aunque en su casa sigue resonando el “Isa” para llamar al joven a cenar. Su psicóloga describe como el “destape de una olla express que dejó escapar la tensión contenida” al trabajo en terapia que hizo que Pablo coqueteara con Pablo al nombrarse en términos masculinos. Cuando su madre estaba embarazada sin conocer aún el sexo de su tercer bebé pensó en dos nombres como opciones: Isabel y Pablo. Isabel eligió el nombre de Pablo para que -como trans- así fuera llamado, aunque su familia no se acostumbra del todo. Silvia Morell Capel, académica de la maestría de Sexualidad en la Universidad de Barcelona, platica que su objetivo es hacer dudar a la gente sobre su rol, orientación y género, obligando a replantearse lo que se ha impuesto como “el protocolo” paternalista y proteccionista de un modelo masculino y femenino. “Lo primero es obligarlos a pensar para deconstruir la categoría. La gente quiere recetas pero el camino es que no haya ideas claras. Porque un transexual es quien reivindica su causa”. Las teorías biológicas sobre la sexualidad, las concepciones jurídicas sobre el individuo y las formas de control administrativo en los Estados modernos rechazan la idea de una mezcla de dos sexos en un solo cuerpo lo que restringe la libre elección de los sujetos dudosos. [2] -Ni el cerebro ni el corazón tienen sexo- Pilar Narvión periodista española siglo XX Con tono cómico y sutil sonrisa, Pablo cuenta de manera anecdótica la recurrente disyuntiva presente cada vez que iba al baño en un restaurante. Elegir entre ingresar al baño de damas o de caballeros era una épica batalla de la que no siempre salía ileso. Susurros escuchaba al cruzar la puerta del baño de damas por su aspecto varonil: “Mira”, señalaban las muchachas, “¡Hay un niño en el baño de niñas!”. Apenado salía corriendo de ahí. Por el contrario, en el baño de hombres debía lidiar con la posición que ocupaba dentro del escusado y no del mijitorio como cualquier caballero. “Al final me acostumbré”, confiesa el joven de ojos verdes y mirada profunda, único rasgo que prevalece de Isabel además de los dos agujeros en sus orejas ausentes de aretes. Sin ningún problema ahora ingresa al baño de hombres, aunque ocupa el escusado. Para Pablo tener vagina no lo hace mujer, como tener pene no te hace necesariamente hombre. La universalidad del orden binario -hombre y mujer- es absurda y los profesionales de la salud mental deben dejar de imponer este modelo, reconoce Carsten Balzer, antropólogo cultural en el estudio “El Género Desordenado” (2010); quien se cuestiona la internacionalización de los discursos occidentales hegemónicos sobre los diversos sexos y géneros múltiples y alternativos. La “transexualidad” es un término producido por la medicina norteamericana en la década de los 50, es una palabra pensada para categorizar y etiquetar las trayectorias vitales de que las personas que han nacido con un cuerpo de hombre pero viven en femenino y viceversa.[3] John Money fue el primero en utilizar el concepto “transgénero” para nombrar al hecho psicológico por el cual una persona se sentía y comportaba como un hombre o una mujer, siendo una mujer y un hombre, respectivamente.[4] En el discurso médico el término “transexualismo” (que distingue el sexo del género) se introdujo en 1954 por el endocrinólogo Harry Benjamin y se catalogó como trastorno mental en 1979. De esta manera, se estableció la transexualidad como un problema de identidad (de género), mientras que el trasvestismo fue entendido como una perversión sexual.[5] En México, desde el 6 de enero de 2009 se estableció en la Constitución el Derecho a la Salud tratado desde la reasignación del sexo de una persona transexual a fin de “lograr el estado de bienestar general”.[6] Esta legislación permite adecuar el sexo legal con la expedición de nuevos documentos de identidad. En julio de 2013, Pablo aún no tenía ningún papel oficial que lo reconozca como tal. Esto lo puso en aprietos para ser acreedor al 50 por ciento de descuento para estudiantes en el gimnasio Sports City, a donde acude diariamente para convertir el remanente de busto que escapó al bisturí en fornidos pectorales que realcen su ‘hombría’. De pie frente al mostrador de entrada, vislumbró el letrero enclavado en la pared: “En este establecimiento no se discrimina por motivos de raza, religión, orientación sexual, condición física o socioeconómica”. La única identificación que lo acreditaba como estudiante tenía la foto y los datos de Isabel. Su mano sudaba pero el descuento era suculento como para no aprovecharlo, además, él era preparatoriano tenía derecho al descuento. Volteó a ver a la señorita en el mostrador y tomó valor. “A huevo si algo me hacen les digo: ¡Lean ese papel!”. Confiado en la coherencia entre la letra y la acción mostró su credencial con la foto de Isabel. Nervioso y expectante de la reacción que seguiría a la falta de concordancia entre el físico reflejado en la foto y el actual, Pablo meneaba la cabeza de un lado a otro. La empleada mostró sorpresa y enseguida concluyó extrañada, “no eres la de la foto”. Pablo sabía que una explicación debía dar, así que lo hizo de la forma más sencilla y natural posible: “Estoy en un proceso de transexualidad”. ¡Toing…! La señorita no pudo volver a mirarlo. “Tienes el descuento”, le confirmó y se retiró. Ir al gimnasio se convirtió en una actividad cotidiana durante el proceso de transformación de Pablo. Un día estaba en el gimnasio cuando reconoció dos rostros familiares que lo atemorizaron. Eran el padre y el hermano de la niña de la que se enamoró y posteriormente amenazó. “Sentí que me iban a dar un buen golpe, me iba a dar algo, espantoso. De todos los gimnasios que hay por qué al que yo voy”, se pregunta Pablo sabiendo que la explicación es irracional, aunque no hay casualidades si no causalidades y él lo entiende bien: “Eso se llama Karma”. Sigue yendo al gimnasio, a veces los ve de lejos en el pasillo aunque no se saludan, Pablo no sabe cómo se aguanta las ganas de pegarle. Bingo ¡Soy transgénero! Desde que Pablo les comunicó a sus padres una sensación tan extrañamente incomprensible y ambiguo como “no siento que este sea mi cuerpo” comenzó a ir al psiquiatra. Durante un año, Pablo acudía una vez a la semana al consultorio médico ubicado en el Hospital Ángeles del Pedregal. Su condición fue erróneamente diagnosticada por el psiquiatra quien la definió como un desorden mental conocido como el síndrome de Asperger, que se caracteriza por las dificultades en las relaciones sociales. Le recetó un tratamiento que constaba de antidepresivos y ansiolíticos. Como consecuencia, su desempeño académico se redujo, no podía mantenerse despierto. Un año permaneció adormilado. Durante el segundo año escolar de secundaria su capacidad de concentración se vio afectada por los medicamentos. Desolado como náufrago en alta mar, Pablo se sumergió en la red. Entró a Google y escribió: -“No siento que mi cuerpo sea mío- y ¡Bingo¡ San Google definió el diagnóstico sin medicamentos adormecedores. Pablo conoció lo que le pasaba en la descripción hecha en el blog de wordpress “Transexualidad y Disforia”. La primera vez que leyó en Internet qué era un transgénero entendió su condición. Con apoyo de la sexóloga María Almela y la conexión que tuvo para conocer otras experiencias de personas de su misma condición través de Internet encontró la definición de su estado: “¡Un transgénero! Eso soy yo” acertó al leer las características que identifican a un trans. “Me siento atrapado en el cuerpo de una niña y eso activó la chispa”, declaró a modo de explicación. Almela coincide con Pablo al centrar el factor “suerte” en su proceso de transformación. “Nacer en una familia que tiene cierto estudio y que te lleva con los profesionales adecuados para que guíen la transformación”, argumenta la especialista en sexología clínica por el Instituto Mexicano de Sexología (IMESEX). En la búsqueda y confirmación identitaria, Internet suele ser el primer diagnosticador[7], es a través de la conexión digital como se generan puntos de encuentro, diálogo e información entre personas trans, sin embargo, señala Almela, esto está restringido a quienes cuentan con acceso a Internet “De pronto te sientes raro, empieza a buscar y encuentras a gente como tú, pero qué tal que no tienes acceso a Internet, o que la depresión no te deja buscar, o estás en una comunidad aislada, entonces las cosas cambian”, explica la sexóloga. “Lo primero es tener la SUERTE de acercarse a un profesional que te apoye, y de una familia que te ame” María Almela Psicóloga sexóloga María Almela recalca el amor como la esencia que facilitó el proceso de Pablo, el amor que construyó a su alrededor y el amor que él es capaz de dar. Pablo tuvo una relación con una mujer heterosexual, a quien conoció en primero de primaria pero se reencontró a través de Facebook. Ella lo contactó pues se le hacía en extremo conocido. Gracias al anonimato inherente de las redes sociales, bajo el nombre de Pablo, él jugueteó con la adolescente de 17 años preguntándole qué tal le caía Isabel. Al final, terminó confesando todo, ella se volvió su admiradora y al cabo de tres meses, su novia. Fue una relación corta. La admiración que ella sentía por su afronta en la transformación, a su madre le parecía repulsiva al grado de correrla de su casa. La separación de los adolescentes fue inminente. “Yo respeto la opinión de las personas pero que juzguen algo sin conocer eso no lo respeto”, dice Pablo. “Una cosa es que la gente no conozca y otra cosa es cuando no quiere conocer”. El verdadero problema del transexual no es estar atrapado en un cuerpo equivocado si no estar atrapado en una mentalidad social equivocada. Para erradicar la ignorancia, quitar tabús y que la gente conozca el proceso, Pablo sube bimestralmente videos de 5 a 10 minutos en los que, de frente a la cámara, narra los cambios experimentados por las inyecciones de testosterona como enronquecimiento de voz, bello en la cara y granos. Compartir abiertamente su condición y cada paso de su transformación le valió decenas de admiradores y admiradoras, quienes hicieron públicas sus felicitaciones a través de las redes sociales. Pasó de ser discriminado a ser admirado. “Entre más gente sepa esto mejor porque así se educa”, afirma Pablo. En un mundo en el que puedes elegir quién quieres ser, Pablo descubre que “de lo que se trata es de ser feliz”. La sociedad castiga lo que no comprende y los transexuales están lejos de ser comprendidos.[8] Hasta 2013, el catálogo de enfermedades psiquiátricas aceptadas internacionalmente: el DSM-IV (Diagnostic and Statical Manual of Mental Disorders) de la American Psichiatric Association (APA), la transexualidad era una “disforia de género” o “trastorno de identidad de género”. Así como la homosexualidad dejó de ser considerada una enfermedad en 1974, apenas en 2013 se despatologizó el transexualismo como transtorno para ser entendido como una condición. “No se pega, no hereda, no se contagia. Me atrevo a decir que tiene que ver con la evolución humana”, articula la sexóloga, María Almela. Para la especialista, no hay algo “normal” si no las cosas frecuentes. La campaña internacional llamada Stop Trans Pathologization luchó para que los transgéneros o personas No-Conformes con su sexo salgan de la lista de patologías psiquiátricas por considerar que se trata de una expresión más de diversidad sexual. Cuando se defiende la despatologización de la identidad trans no se persigue únicamente la desclasificación del trastorno de los manuales de enfermedades, sino que se trata sobre todo de reivindicar que las personas trans como sujetos activos, con capacidad para decidir por sí mismos; se trata de reivindicar la autonomía y la responsabilidad sobre sus propios cuerpos, de tomar la palabra para hablar de sus propias vidas, algo que hasta ahora habían hecho exclusivamente los médicos.[9] Entender para no repetir El problema no es la transexualidad sino la transfobia. En una lista de 29 países durante el 2012, México ocupó el segundo lugar, después de Brasil, en cuanto al número de personas trans asesinadas con 48 casos registrados, de acuerdo con el Trans Murder Monitoring.[10] Los investigadores, Miquel Missé y Gerard Coll-Planas plantean la necesidad de crear alternativas en un mundo en el que los límites entre lo masculino y lo femenino sean más flexibles, moldeables y habitables. Lo que plantea el discurso de la despatologización trans es un cambio de paradigma en el que la transexualidad no sea una patología ni tampoco un problema, sino que sea entendida como un conjunto de trayectorias vitales posibles, heterogéneas, cambiantes y fluidas. Se trata de pasar de un modelo médico a un modelo de derechos humanos, en que los profesionales de la salud acompañen pero no determinen las formas de entender y vivir la transexualidad. Pablo abrió una cuenta en la red social “Ask” plataforma que permite a usuarios con un perfil determinado hacer preguntas al creador de la cuenta. Más de 200 preguntas le han hecho y éstas van desde cuestionamientos muy íntimos: “¿Cómo le haces cuando fajas?” hasta “¿Qué es un transgénero?”. Todas las contesta puntualmente. Descarta versiones, chismes y rumores. Considera que la mejor arma en contra de la discriminación es el conocimiento. No se asume como activista pero está en favor de la diversidad. Misma que experimentó cuando ingresó a la prepa abierta. “Ahí hay de todo. Mi mejor amigo es un gay moreno con el pelo pintado de distintos colores. Mira él es mi mejor amigo, está loco”, ríe mientras me muestra la imagen de su amigo en la pantalla de su Iphone. Experimentó la apertura del mundo, en dónde se le permite ser quien es sin ser juzgado.“Tuve mucha suerte en nacer en esta época”. *Al día de hoy (abril 2014) con 9 meses en el tratamiento hormonal (Testosterona) se presentan los siguientes cambios: Aumento de bello en la cara (barba y bigote), reacomodación de grasa en áreas masculinas, la cara mas “cuadrada”, aumento de masa muscular (junto con el ejercicio) sobre todo en la parte superior del cuerpo (hombros y espalda), mas bello en el abdomen, pecho, brazos y piernas, al igual que una cantidad muy leve en las manos y pies, la voz mucho mas grave y profunda. “Creo que todavía faltan cambios mucho mas notorios por venir viendo que llevo relativamente poco tiempo con el tratamiento, cuando los cambios empiezan a notarse al año según lo que he leído, y me siento muy afortunado de ver cambios tan grandes en tan poco tiempo.” Pablo ya cuenta con su acta de nacimiento. [1] Cuerpxs Equivocadxs, p.42.
[2] Michel Foucault, “Herculine Barbin”. [3] “La patologización de la transexualidad: reflexiones críticas y propuestas” Miquel Missé y Gerard Coll-Planas. http://antigua.ome-aen.org/norte/38/44-55%20corr.pdf [4]“Geografía Trasvesti: Cuerpos, Sexualidad y Migraciones” Julieta Vartabedian Cabral http://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/95889/JVC_TESIS.pdf.txt;jsessionid=FECE61564172028D7546D43C653A98EC.tdx2?sequence=5 [5] Op.Cit. [6] http://www.transexualegal.com/juri-9.html [7] Cuerpxs Equivocadxs, p.43. [8] Juan Pablo Proal, “Vivir en el Cuerpo Equivocado”. http://www.juanpabloproal.com/wp-content/uploads/2013/04/Vivir-en-el-cuerpo-equivocado-Juan-Pablo-Proal.pdf [9] “La patologización de la transexualidad: reflexiones críticas y propuestas” http://antigua.ome-aen.org/norte/38/44-55%20corr.pdf [10] http://www.tgeu.org/265_Trans_People_killed_in_last_12_Months
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Mayo 2016
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